«La foto de tu alma» ganadora del concurso «Cartas a mi amor»

21-Feb-2022

«La foto de tu alma» es la carta ganadora del concurso «Cartas a mi amor», organizado por la Concejalía de Participación Ciudadana y cuyos objetivos eran fomentar la creación y la difusión literaria de nuestros vecinos y vecinas.
A continuación podéis disfrutar de la lectura de la carta «la foto de tu alma», escrita por la vecina Noemí Yebra Beato.

LA FOTO DE TU ALMA.

Todo se derrumbó de repente. Y de repente niebla por todos lados, me quedé ciega, vacia y sin poder moverme. Observé el centro de mi pecho y me asusté porque era negro. Cerré los ojos mientras la luna caía, ladeé mi cara y me encontré con un beso lleno de estrellas. En ese momento apareciste. TU. Ahora podía saltar entre flores, girar en la tierra y dormir en las nubes, volverme a caer y seguir girando sin control, alimentarme tan solo de tus miradas y oler el aliento de tu vida, de la vida que me dabas.

Tengo la firme creencia de que unos ojos pueden salvarte, una mirada puede en tan solo un segundo cambiar tu existencia, de la misma muerte a la eterna vida. Y normalmente esos ojos los perdemos, porque nos olvidamos de ellos, poco a poco van desapareciendo de los recuerdos, de los momentos, y en muchas ocasiones hasta podrías decir que nunca han existido.

Pero…hay un truco. La primera vez que te topes con ellos, con esa mirada, tienes que cerrar los ojos muy muy fuertes y hacer una foto, solo necesitas tu mente. No debes olvidar esas pequeñas marcas, esas arruguitas que son las llamadas EXPERIENCIAS DE VIDA. Yo hice esa foto para que no se me pudiera escapar nunca y conseguí tener un tesoro, un tesoro del que nadie se daba cuenta. Sólo me veían borracha de amor y así podía vivir, y si fuera preciso, morir.

Cuando la vida se me extinguía, cuando el corazón ya no podía dolerme más, cuando estaba segura de que incluso hasta se me iba a romper, solía quedarme sentada en la cama, acunándome entre sollozos de atrás hacia delante. Mis aullidos despertaban a los mismísimos lobos y, como siempre aparecía esa foto, esos ojitos, con sus expresivas experiencias de la vida. Y volvía a saltar entre las nubes, a girar en la tierra y a oler el aliento de tu vida…Me cambiaba el llanto, de la desesperación a la inmensa tranquilidad, del no retorno a querer retornar, volvías a emborracharme de vida…

Incrédula de mi pensaba que me salvabas. Incrédula de mí de verdad sentía que era AMOR, y encima, el de verdad, pero lo que no sabía era que solo esperabas tu momento para irte y dejarme…” CURADA” de alguna manera. así fue: Me “curé”. Gracias a la fotografía que un día hice de tus ojos Y TU, alzaste el vuelo…

Y así fueron pasando los segundos, minutos, días y años. Me metí en una jaula y me até para no tener la tentación de ir a buscarte y hacerme daño. Me arranque el pelo del dolor de no tenerte y no sentir tu aliento. No sabía dónde estaban mis ojos ni tan siquiera donde estaba mi cabeza. Solo tenía una cama en la que me acunaba sollozando de atrás hacia delante hasta que se hacía de día. ¡¡Gritaba a tus ojos y no me escuchabas!! Hice más fotos de las fotos. Ya no dormía porque pensaba que cuantas más fotos de tus ojos tuviera en mi mente conseguiría que me vieras y vinieras a buscarme. ¡¡¡Me abandonaste sin pudor!!! ¡Me diste el corazón para luego comértelo! ¿Dime?, ¿quién es tan cruel para hacer eso? Deseaba besarte y morderte los labios de tanto amor que tenía, deseaba tener eternas noches de pasión solo con tus ojos. Y me cansé. Dormí durante 365 días.

Y ya todo era más fácil, todo más liviano. Ya no tenía miedo y podía pasar un día entre los planetas sola, aunque eso sí, sin sepárame de la foto que un día te hice. Y mis noches de angustia empezaron a ser menos, conseguí andar más segura, me quite las gafas y me pinte la raya. Me subí a los tacones y me lancé a la vida. Arriesgué y gané, arriesgué y perdí, pero la vida consistía en eso, ¿no? En jugar, perder o ganar, vivir o morir. Y poco a poco me convertí en un bello cisne. Dejé ser de el patito feo que un día se acunaba hacia atrás y hacia delante pidiendo no seguir viviendo, me convertí también en un león que devoraba a sus presas si era necesario, sin echar la vista atrás. Me convertí en un águila marcando territorios que no eran míos. me dediqué a robar corazones y robar vidas ajenas. Destrozándolos, como un día me lo hicieron a mí. Todo era poco para lo que me habían hecho. Coleccionaba vidas destruidas de desamor y cuando más destruía más me construía yo.

Desperté una fría mañana en un suelo maloliente y sucio, después de 48 horas bailando en un antro sin parar. Lo último que recuerdo es hablar con un rubio zalamero intentando besarme. Yo no paraba de contornear mi cintura y él me comía con la mirada. ¿Mirada? ¡Qué sabría el de miradas! Me invito a una copa y accedí, seguí bailando hasta que cayó la luna dos veces. Mi cuerpo giro y sentí un golpe, el más duro de mi vida. Me miré y vi que no tenía ropa, estaba descalza y sucia, muy sucia. Pude verme reflejada en un laberinto lleno de espejos. Busque incansablemente una ventana, una puerta. NO-HABIA-NADA. Una angustia que hace mucho tiempo que no sentía empezó a subirme por el pecho. Me empecé a acunar atrás y delante. Cada movimiento hacia que aparecieran más y más espejos. Me empecé a ver grande en ellos, me asustaba, gritaba. Y paré, me rendí… recordé y recordé: “En mi debilidad está mi fortaleza” me senté, me limpié las lágrimas y me perdoné. Pasé de nuevo dos lunas observándome entre esos infinitos espejos. Cuanto más pequeña era más grande me hacía. Cuanta más mierda me quitaba más bonita me ponía, y tuve tiempo de dormir, esta vez tranquila.

Desperté con una sonrisa y con mis infinitos espejos, pero de repente solo veía ojos, mis ojos. Note algo extraño, mágico…empezaba a envejecer. Ya era más vieja pero no más mayor. Comprendí. Reía a carcajadas mientras me acercaba con sutileza a mirarme. Vi algo dolorosamente horroroso y felizmente familiar. Logre apreciar unas pequeñas arruguitas. Me lo confirmaban mis infinitos espejos. ¿Has vuelto? Pregunté… No hubo respuesta. Se abrió la puerta y ante mí el camino que me llevaba a la salida. Comprendí, que… yo un día, me había encerrado, yo un día me había secuestrado en esa sala de infinitos espejos. Y entonces por fin. Por fin comprendí que, esos ojitos con sus pequeñas arruguitas siempre fueron los míos, yo me salvé a mí misma millones de veces en millones de vidas. Nadie podrá escribir una carta de amor más bonita que la que se pueda escribir a sí misma, olvidamos tanto querernos…
Y es que mejor que tú, nadie podrá salvarte.
A la vida, a mi vida….

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